07:00am, GMT – 5
Uoooooooaaay!! Vaya madrugón! A las 8 nos vienen a recoger, y nos ponemos manos a la obra para estar puntuales a la hora, ya desayunados, cagados y meados, que se dice en mi pueblo. Puntual como un reloj, vemos aparecer una van blanca a través de las ventanas de hall del hotel, por lo que acudimos a la misma. Con una gran efusividad nos atiende Gerardo Giraldos, un gran conocido de los usuarios de losviajeros.com . Tras darle los obligados recuerdos de mis compañeros ilusionado y chicharrera, quienes me pusieron en contacto con
él, Gerardo se puso muy contento al recordarles y me dio mil besos para ellos. Nos montamos en la furgo, y mientras recogemos a cinco personas más que vienen con nosotros, nuestro guía-chófer pone en marcha el CD del automóvil, del que salen conocidos temas de música típicamente neoyorquina. Una vez estamos todos, iniciamos la excursión conocida como “Contrastes”.
Cuando nos acostumbramos a los rascacielos de Manhattan, o a los neones de Times Square, podemos llegar a olvidarnos de que hay algo más. La excursión que nos ofrece Gerardo está pensada para mostrarnos las otras caras de Nueva York, más allá del Midtown. Tras pasar por el Cloisters, al norte de la isla, nos introducimos en el Bronx. La primera zona que visitamos es el norte del condado, que no tiene absolutamente nada que ver con la típica imagen marginal que todos tenemos del Bronx: aquí no hay viviendas de protección oficial ni pandilleros, sino suntuosas mansiones de alto standing. Entre las estupendas explicaciones y divertidas bromas de Gerardo, nos percatamos de que en el suelo aún queda nieve de la gran tormenta que hubo hace casi una semana. Dirigiéndonos al sur, alcanzamos los dos estadios de los Yankees (el tradicional, a punto de ser demolido, y el nuevo, que será inaugurado en breve), que se encuentran ya en zona conflictiva: frente a un mural dedicado al importante equipo de baseball, podemos ver claramente un improvisado altar en el que se recuerda a un pandillero muerto en una reyerta allí mismo hace menos de un mes.
Tras una panorámica del barrio, en la que podemos ver más murales y zapatillas colgando de los cables de la luz (todo ello perfectamente explicado por nuestro anfitrión), partimos hacia el mayor de los “boros”, Queens, donde nos detendremos en el parque de Flushing Meadows. Allí tenemos la oportunidad de observar el famoso globo terráqueo de una anitigua exposición universal, así como las torres que aparecen en la película de Men in Black, pero lo verdaderamente interesante es la visita que hacemos del museo, donde magistralmente Gerardo nos explica la concecpción de Nueva York sobre la gran maqueta que la representa. A estas horas de la mañana empieza a hacerse patente el calor primaveral que nos acompañará el resto del dí.
Dejamos atrás Queens para entrar en Brooklyn, dirigiéndonos a Williamsbourg, donde se encuentra el barrio habitado por los judíos ortodoxos. El día de hoy (sábado) es el ideal para ver a sus habitantes en acción, ya que es el Sabath, día festivo en el cual todos los judíos salen a la calle para acudir a su correspondiente sinagoga. Los once pasajeros del microbús coincidimos que de todos los sitios que hemos visitado esta mañana, éste es con diferencia el que más nos ha impactado, dando la sensación que realmente estábamos en otro mundo.
La visita concluye en Chinatown, y para llegar hasta allí tenemos que cruzar el East River por el puente de Manhattan, momento que elige Gerardo para hacer sonar el “New York, New York” de Frank Sinatra a través del estéreo del coche. Sin palabras nos quedamos todos mientras veíamos aparecer los rascacielos frente a nosotros mientras “la voz” nos da la bienvenida. Nos despedimos de nuestro guía, con la sensación de que acabamos de ganar un amigo en Nueva York. Muy bien por Gerardo, y muy bien por la excursión de Contrastes; un 10 para ambos. De nuevo en Chinatown nos da la sensación de estar en otro mundo, pero poco nos dejamos llevar porque el hambre aprieta y nos apetece comer en el Little Italy, barrio que hoy en día ha quedado engullido por el chino, y que ocupa tan sólo un tramo de la Mulberry Street. Aunque es muy curioso, de italiano le queda poco más que el menú de sus numerosos restaurantes, los cuales están claramente enfocados hoy en día a satisfacer las necesidades del turismo. Comemos decentemente y a buen precio en “Il Palazzo”, justo enfrente del famoso “Angello's”, y nos dirigimos de regreso al hotel.
Tras un par de gestiones que teníamos pendientes, partimos hacia el Pier 83, esta vez en taxi para no repetir la metedura de pata de ayer, ya que de nuevo el tiempo apremia. Llegamos justitos para canjear el talón de la City Pass por las entradas del barco. Nos acomodamos en la azotea superior descubierta para poder disfrutar de las vistas, a pesar de que las corrientes de aire hielan lo suyo. El paseo, es una gozada, y las dos horas que dura se pasan rapidísimas, pero hay un poco de bruma, por lo que las fotos no terminan de salir bien. Aún así, es realmente emocionante bordear el Mid y el Dowtown, así como pasar debajo del mítico Puente de Brooklyn. En el trayecto de vuelta, coincidiendo con la puesta de sol, nos acercan a la Estatua de la Libertad: todo un regalo para nuestros ojos.
Una vez desembarcamos, mediante el uso del bus M42 y el metro, llegamos al Madison Square Garden, dispuestos a animar a los Knicks como si fuésemos cuatro neoyorquinos más (digo cuatro, porque dos integrantes del grupo tenían otros planes). En la entrada a la arena, vemos a un señor vendiendo algo que llevábamos buscando desde que llegamos anteayer: las famosas manos de gomaespuma gigantes para animar al equipo / deportista de turno. Con el accesorio en nuestro poder, ya sólo nos resta ocupar nuestro asiento, y.... ¡sorpresa! A pesar de que sobre el mapa nuestras localidades aparentaban estar demasiado lejos como para poder disfrutar de la acción como dios manda, la verdad es que la visibilidad es realmente óptima. Empieza el partido y con él el espectáculo, incluido el emocionante momento en el que un niño canta el himno nacional, dejando boquiabierta a la audiencia. Nos habían prevenido que los Knicks no estaban en su mejor momento, por lo que no es ninguna sorpresa para nosotros ver como sus oponentes, los Charlotte Bobcats, se mantienen casi todo el partido por encima del marcador, provocando que el público estuviese muy apagado, aunque eso no quita que nos lo pasemoss cono enanos animando al equipo local y poniéndonos morados de nachos, palomitas, pretzel y cerveza.
Una vez concluido en partido, con victoria para los visitantes, nos vamos a la 5ª avenida, que nos han contado que la Apple Store no cierra por la noche, y como nos apetece cotillear por allí (yo quiero un i-pod), pues.... En la calle vemos un cubo de cristal con la manzana marca de la casa (recordando al famoso Mac Icube que apaeció a principios de la década), y bajo el mismo, al tienda propiamente dicha, donde hay mil artilugios con la efigie de la manzana, todos muy monos pero también muy caros. Con el cambio de divisa actual (a $1,22 por 1€), apenas compensa comprar nada aquí, ya que encima tendríamos problemas con el tema de la garantía. Damos un paseíllo hasta el hotel, y a descansar de la agotadora jornada.
Fotos:
http://picasaweb.google.es/thefunkyhousenet/NewYork3#
martes, 10 de marzo de 2009
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