martes, 7 de agosto de 2012

Nos hemos mudado

Este blog se creó hace tres años como un experimento donde publicar mis aventurillas cuando me fuese de viaje. Como no todos los experimentos terminan llegando a buen puerto, este breve viaje llegó prematuramente a su fin, no sin antes haber servido de inspiración para los dos blogs que tengo abiertos hoy en día, a los que te remito si llegaste aquí por error o buscando algo.

FUNKYlive

El Blog de un Maneki Neko


martes, 10 de marzo de 2009

7 de Marzo: día de contrastes

07:00am, GMT – 5

Uoooooooaaay!! Vaya madrugón! A las 8 nos vienen a recoger, y nos ponemos manos a la obra para estar puntuales a la hora, ya desayunados, cagados y meados, que se dice en mi pueblo. Puntual como un reloj, vemos aparecer una van blanca a través de las ventanas de hall del hotel, por lo que acudimos a la misma. Con una gran efusividad nos atiende Gerardo Giraldos, un gran conocido de los usuarios de losviajeros.com . Tras darle los obligados recuerdos de mis compañeros ilusionado y chicharrera, quienes me pusieron en contacto con
él, Gerardo se puso muy contento al recordarles y me dio mil besos para ellos. Nos montamos en la furgo, y mientras recogemos a cinco personas más que vienen con nosotros, nuestro guía-chófer pone en marcha el CD del automóvil, del que salen conocidos temas de música típicamente neoyorquina. Una vez estamos todos, iniciamos la excursión conocida como “Contrastes”.

Cuando nos acostumbramos a los rascacielos de Manhattan, o a los neones de Times Square, podemos llegar a olvidarnos de que hay algo más. La excursión que nos ofrece Gerardo está pensada para mostrarnos las otras caras de Nueva York, más allá del Midtown. Tras pasar por el Cloisters, al norte de la isla, nos introducimos en el Bronx. La primera zona que visitamos es el norte del condado, que no tiene absolutamente nada que ver con la típica imagen marginal que todos tenemos del Bronx: aquí no hay viviendas de protección oficial ni pandilleros, sino suntuosas mansiones de alto standing. Entre las estupendas explicaciones y divertidas bromas de Gerardo, nos percatamos de que en el suelo aún queda nieve de la gran tormenta que hubo hace casi una semana. Dirigiéndonos al sur, alcanzamos los dos estadios de los Yankees (el tradicional, a punto de ser demolido, y el nuevo, que será inaugurado en breve), que se encuentran ya en zona conflictiva: frente a un mural dedicado al importante equipo de baseball, podemos ver claramente un improvisado altar en el que se recuerda a un pandillero muerto en una reyerta allí mismo hace menos de un mes.

Tras una panorámica del barrio, en la que podemos ver más murales y zapatillas colgando de los cables de la luz (todo ello perfectamente explicado por nuestro anfitrión), partimos hacia el mayor de los “boros”, Queens, donde nos detendremos en el parque de Flushing Meadows. Allí tenemos la oportunidad de observar el famoso globo terráqueo de una anitigua exposición universal, así como las torres que aparecen en la película de Men in Black, pero lo verdaderamente interesante es la visita que hacemos del museo, donde magistralmente Gerardo nos explica la concecpción de Nueva York sobre la gran maqueta que la representa. A estas horas de la mañana empieza a hacerse patente el calor primaveral que nos acompañará el resto del dí.

Dejamos atrás Queens para entrar en Brooklyn, dirigiéndonos a Williamsbourg, donde se encuentra el barrio habitado por los judíos ortodoxos. El día de hoy (sábado) es el ideal para ver a sus habitantes en acción, ya que es el Sabath, día festivo en el cual todos los judíos salen a la calle para acudir a su correspondiente sinagoga. Los once pasajeros del microbús coincidimos que de todos los sitios que hemos visitado esta mañana, éste es con diferencia el que más nos ha impactado, dando la sensación que realmente estábamos en otro mundo.


La visita concluye en Chinatown, y para llegar hasta allí tenemos que cruzar el East River por el puente de Manhattan, momento que elige Gerardo para hacer sonar el “New York, New York” de Frank Sinatra a través del estéreo del coche. Sin palabras nos quedamos todos mientras veíamos aparecer los rascacielos frente a nosotros mientras “la voz” nos da la bienvenida. Nos despedimos de nuestro guía, con la sensación de que acabamos de ganar un amigo en Nueva York. Muy bien por Gerardo, y muy bien por la excursión de Contrastes; un 10 para ambos. De nuevo en Chinatown nos da la sensación de estar en otro mundo, pero poco nos dejamos llevar porque el hambre aprieta y nos apetece comer en el Little Italy, barrio que hoy en día ha quedado engullido por el chino, y que ocupa tan sólo un tramo de la Mulberry Street. Aunque es muy curioso, de italiano le queda poco más que el menú de sus numerosos restaurantes, los cuales están claramente enfocados hoy en día a satisfacer las necesidades del turismo. Comemos decentemente y a buen precio en “Il Palazzo”, justo enfrente del famoso “Angello's”, y nos dirigimos de regreso al hotel.

Tras un par de gestiones que teníamos pendientes, partimos hacia el Pier 83, esta vez en taxi para no repetir la metedura de pata de ayer, ya que de nuevo el tiempo apremia. Llegamos justitos para canjear el talón de la City Pass por las entradas del barco. Nos acomodamos en la azotea superior descubierta para poder disfrutar de las vistas, a pesar de que las corrientes de aire hielan lo suyo. El paseo, es una gozada, y las dos horas que dura se pasan rapidísimas, pero hay un poco de bruma, por lo que las fotos no terminan de salir bien. Aún así, es realmente emocionante bordear el Mid y el Dowtown, así como pasar debajo del mítico Puente de Brooklyn. En el trayecto de vuelta, coincidiendo con la puesta de sol, nos acercan a la Estatua de la Libertad: todo un regalo para nuestros ojos.

Una vez desembarcamos, mediante el uso del bus M42 y el metro, llegamos al Madison Square Garden, dispuestos a animar a los Knicks como si fuésemos cuatro neoyorquinos más (digo cuatro, porque dos integrantes del grupo tenían otros planes). En la entrada a la arena, vemos a un señor vendiendo algo que llevábamos buscando desde que llegamos anteayer: las famosas manos de gomaespuma gigantes para animar al equipo / deportista de turno. Con el accesorio en nuestro poder, ya sólo nos resta ocupar nuestro asiento, y.... ¡sorpresa! A pesar de que sobre el mapa nuestras localidades aparentaban estar demasiado lejos como para poder disfrutar de la acción como dios manda, la verdad es que la visibilidad es realmente óptima. Empieza el partido y con él el espectáculo, incluido el emocionante momento en el que un niño canta el himno nacional, dejando boquiabierta a la audiencia. Nos habían prevenido que los Knicks no estaban en su mejor momento, por lo que no es ninguna sorpresa para nosotros ver como sus oponentes, los Charlotte Bobcats, se mantienen casi todo el partido por encima del marcador, provocando que el público estuviese muy apagado, aunque eso no quita que nos lo pasemoss cono enanos animando al equipo local y poniéndonos morados de nachos, palomitas, pretzel y cerveza.

Una vez concluido en partido, con victoria para los visitantes, nos vamos a la 5ª avenida, que nos han contado que la Apple Store no cierra por la noche, y como nos apetece cotillear por allí (yo quiero un i-pod), pues.... En la calle vemos un cubo de cristal con la manzana marca de la casa (recordando al famoso Mac Icube que apaeció a principios de la década), y bajo el mismo, al tienda propiamente dicha, donde hay mil artilugios con la efigie de la manzana, todos muy monos pero también muy caros. Con el cambio de divisa actual (a $1,22 por 1€), apenas compensa comprar nada aquí, ya que encima tendríamos problemas con el tema de la garantía. Damos un paseíllo hasta el hotel, y a descansar de la agotadora jornada.

Fotos:

http://picasaweb.google.es/thefunkyhousenet/NewYork3#

6 de Marzo: consumismo entre iconos por la 42, la 5ª y Broadway

07:30m, GMT - 5

Suena el despertador, y al ir a apagarlo reparo en que no estoy en mi cama ni en mi habitación.... ¡Es mi primera mañana en Nueva York! Tras una ducha rápida y arreglo de trastos varios, nos reunimos todos en el bar del hotel, el mismo lugar donde hace muchos años se reunían a diario los escritores más relevantes de la ciudad. A diferencia de lo que suele ocurrir en otros hoteles de la ciudad, a causa de una oferta especial, tenemos el desayuno incluido. No es muy abundante, pero eso es algo que no importa mucho cuando te sirven fruta, zumos y bollería de una gran calidad. Tras dar buena cuenta del mismo, salimos a la calle.

A pesar de los malos augurios del parte meteorológico, no hace mucho frío ni tampoco llueve: el clima ideal para patear la ciudad. Estamos en la 44 con la 6ª, con lo que acercarnos a la Gran Central nos supone unos escasos minutos. Tengo que decir, que (como ya sabéis much@s), soy muy fan del ferrocarril, por lo que visitar una estación tan importante y bella como es ésta, me supone una gran satisfacción, sentimiento que comparten el resto de integrantes del grupo. Gracias tenemos que dar a Jackie Kennedy que se emperrara en impedir que el edificio sucumbiese ante la especulación urbanística. Al salir a la calle, tenemos unas fantásticas vistas del que yo considero mejor rascacielos en todo el mundo: el Chrysler Building. En su vestíbulo podemos admirar la decoración Art Déco inspirada en el arte egipcio (inconfundibles los haces de papiro que hay en las puertas de los ascensores), y en el exterior, ciertos detalles como gárgolas con forma de tapacubos nos recuerdan que en su origen el edificio perteneció a la compañía automovilística.

Hacemos marcha atrás por la Calle 42, para una vez alcanzada la 5ª Avenida podamos dirigirnos hacia otro icono inconfundible de la ciudad, el cual ya se puede ver perfectamente: el Empire State Building. Antes hacemos una parada en la biblioteca, para recordar aquella escena de los Cazafantamas en los que los libros se movían solos, o más recientemente, otra de Sexo en Nueva York en la que Carrie queda plantada ante el altar. Lástima que la parte superior del edificio esté en restauración.... A pesar de estar muy cerca del Empire, tardamos mucho en llegar porque abundan las tiendas se souvenirs (sí, esas que tanto odio y en las que se puede encontrar espantosa mercancía), y cuando no se para uno, lo hace el otro (es difícil contentar a seis personas a la vez). Menos mal que al llegar aún no es demasiado tarde, y hay muy poquita cola (tan sólo un par de minutos hemos tenido que esperar en el control de seguridad), por lo que compramos nuestra City Pass (el famoso talonario que por $74 te permite acceder al Empire, el barco que de la vuelta al Mid y Downtown y los cuatro principales museos de la ciudad), cogemos las audoguías y tomamos el ascensor, que nos deja en la planta 80 en unos pocos segundos; allí tomamos otro más lento hasta la 86. Una vez en el observatorio exterior, las corrientes de aire hacen descender bastante las temperaturas, pero... ¿qué importa eso cuando tienes los cinco “boros” de Nueva York y parte de New Jesey a tus pies? Hay algo de bruma que impide que la visibilidad sea perfecta, pero aún así la visita ha merecido la pena y mucho, incluso las fotos salen medianamente bien. La explicaciones de la audioguía, a cargo de una tal Raquel, a mí me parecen muy interesantes, pero a mis amigos no tanto, ya que no escatima en detalles, y con el frío que hace, pocas ganas hay de alargar el momento más de lo necesario, por lo que terminamos bajando a la superficie. Mencionar que la tienda de souvenirs del Empire, es casi tan horrible como las que hay en la calle (un par de interesantes artículos se salvan de la quema), pero para rematar la faena es infinitamente más cara.

Una vez fuera, pasamos por alguna tiendecilla que otra (donde encuentro el estupendo recopilatorio de historietas cortas sobre New York de Will Eisner) y se nos viene encima la hora de comer, por lo que paramos en un Subway a zamparnos unos bocatas que nos den fuerzas para seguir. Bajando por la 5ª, poco tardamos en llegar a una de las innumerables joyas arquitectónicas de la ciudad: el Flatiron. Desde allí damos un paseíllo al Madison Square Garden, con el fin de conseguir las entradas para el partido de los Knicks que se celebrará mañana. Allí conseguimos por $45 casi, casi las mismas entradas que la web de ticketmaster nos ofrecí por unos $75 entre pitos y flautas, y sin hacer nada de cola.

La idea era irnos a continuación al pier nº83 (para coger el barco del circle line) con el bus M34, pero justo llegamos cuando está pasando. Tras más de diez minutos esperando al siguiente, nos damos cuenta de que no vamos a llegar a tiempo, y como el personal anda ávido de (más) shopping, decidimos tomar el M6 para irnos a la zona de tiendas que hay en la intersección de Broadway con Houston St. Al llegar a Union Square decidimos bajarnos del bus porque vemos una gran zapatería que parece interesante, pero a mí no me llama mucho la atención, por lo que me voy con parte del grupo a pasear mientras el resto funde la VISA. El parque, aunque aún está peladete, como hoy hace buen día tiene una buena animación, con músicos callejeros, breakdancers, mimos... También hay un montón de ardillas, algo poco visto en el lugar del que procedo, por lo que nos hinchamos a hacerles fotos como si fuesen celebridades. Al otro lado se encuentra Barnes & Noble, mítica librería a la que no me puedo resistir entrar y dirigirme a la sección de autoayuda, donde mis amigos se parten de risa al verme representar las escenas del episodio “Cover Girl” de Sexo en Nueva York que allí se grabaron.

El paseíllo por Broadway sigue, entre tiendas, tiendas y más tiendas. Esperando fuera de una de ellas, mis pies empiezan a protestar, por lo que decido apoyarme sobre un moto que hay aparcada en la acera no sin cierto reparo... hasta que a mis espaldas oigo unas voces que más o menos dicen lo siguiente: “heyyouwillyougetyourassoutofmyscooternow?”, o lo que es lo mismo, “¡eh, tú! ¿quieres mover tu culo de mi moto de una vez?”. Cuando me giro rojo de vergüenza, me encuentro con una afroamericana, chula y divina como ella sola, meándose de risa al comprobar que he caído en la trampa. Hay que ver lo bromista que es la gente por aquí, a la par que amable. ¿Quién decía que los neoyorquinos son unos neuróticos bordes? Unos pasos más abajo encontramos un OMG, y siguiendo las recomendaciones de los foreros de losviajeros.com, decidimos entrar. ¡El paraíso! Hemos salido de allí cargados de camisetas de Calvin Klein y pantalones Levi's tirados de precio. Cerca de allí cae la tienda de Armani Exchange, donde hay ropa fashion a precios muy interesantes (allí caen unas zapatillas), y de allí cogemos el metro para volver a “casa”, que a parte de estar reventados, nos han cerrado ya todo. Cenamos en un diner típico que hay al lado del hotel, creo que se llamaba “The Red Flame”, donde nos ponemos las botas por menos de $20 cada uno. Y llegó la hora de irse a la cama, que mañana tenemos una cita temprano a la que no deberíamos llegar tarde....

Fotos:

http://picasaweb.google.es/thefunkyhousenet/NewYork2#

viernes, 6 de marzo de 2009

Primer mordisco a la manzana

05 marzo


04:30am, GMT + 1


A pesar de que oficialmente hace 5 días que se inició la temporada fallera, la ciudad duerme apacible y silenciosamente, tomando fuerzas para los días de frenesí y pólvora que se avecinan. El silencio de la noche se ve repentinamente roto por el sonido de un despertador, acompañado por las consabidas palabras de “hmmmm, cinco minutos más, por favor....”. En circunstancias normales, estos cinco minutos más se irían sucediendo hasta alcanzar la media hora, pero por esta vez no se va a concluir ni el primer ciclo: pocos segundos me hacen falta para reparar en que hoy es el gran día. Frente a mí se presentan siete días en el corazón de la Gran Manzana.


Tras vestirme y coger el equipaje, me reúno con mis cinco amigos para partir hacia el aeropuerto de Valencia – Manisses. Allí procedemos a realizar los trámites de facturación, un poco más engorrosos de lo habitual (cosas de las autoridades de nuestro destino), y las chicas de Air Nostrum nos atienden con la habitual eficiencia con la que lo han hecho siempre que un servidor ha precisado sus servicios.


Pasamos los controles de seguridad sin incidencia reseñable (al margen de que me hayan hecho quitarme las botas, para variar), y nos dirigimos a la zona de espera, donde las sonrisas de nuestros rostros evidencian lo ilusionados que estamos con este viaje. La misma chica que nos ha efectuado el check-in, es la que se encarga de nuestro embarque, y al recordarnos (para ella somos “el grupito que se va a Nueva York), nos permite pasar muy amablemente sin tener que volver a mostrar el pasaporte y además los primeros. El vuelo, a bordo del clásico Canadair de la compañía, pequeño pero bastante cómodo (dos de los que viajamos ya lo conocemos bien, ya que es el mismo que usan para la ruta Valencia - Ibiza), se desarrolla con normalidad hasta el aeropuerto de Barcelona – El Prat.


Tal y como me habían indicado en losviajeros.com , el paso de la Terminal C a la Terminal A, es rápido, cómodo y sencillo, por lo que apenas tardamos unos minutos en realizar el tránsito. Como faltan más de dos horas para el vuelo, éste aún no aparece en pantalla, por lo que decidimos quedarnos a almorzar en el módulo M4, que es el último antes de llegar al que presumiblemente utilizaremos, el M5. El motivo por el que no hemos llegado más allá se debe al control policial que delimita ambas zonas, y puesto que aún no nos han dicho dónde se embarca, preferimos no estar yendo y viniendo a la par que dando explicaciones a las autoridades.


Una hora más tarde ya aparece nuestro vuelo señalado, tal y como pensábamos, en el sector M5, pero decidimos quedarnos donde estamos, abandonando nuestra base de operaciones unos diez minutos después de la hora prevista de inicio de embarque. Tranquilamente nos dirigimos hacia allá, y en cuanto procedemos a pasar el umbral, nos llevamos una buena bronca. Por lo visto, los pasajeros en tránsito con destino Estados Unidos, han de pasar por un mostrador habilitado para ello, donde nos hacen una serie de pesadas (y estúpidas) preguntas referidas a nuestro equipaje, mientras el tiempo transcurre inexorablemente. Se nos informa que nos han llamado reiteradamente por megafonía, pero ninguno de los seis ha oído ni nuestros nombres ni referencia alguna al tema del tránsito, por lo que la preocupación por el tiempo perdido (haciendo que posiblemente el vuelo retrase su salida unos minutos por nuestra culpa), repentinamente se convierte en mala leche, mala leche porque desde mi punto de vista este detalle lo debería haber avisado la compañía aérea, tanto al confirmar la reserva, como al hacer el check-in. Por lo tanto, a pesar de ser los últimos en embarcar, por mi parte no sufro el más mínimo atisbo de vergüenza, así que irrumpimos en el avión al más puro estilo estrella de Hollywood: tarde pero con glamour.


Nos apresuramos a guardar nuestro equipaje de mano, y con las prisas, olvido que la bandolera tengo que colocarla bajo la butaca delantera, no sobre la que voy sentado, hecho que por lo visto enfurece a la pasajera que llevo detrás, ya que se permite el lujo de advertírmelo con unas palabras nada amables. Empezamos bien el vuelo.... Tras habernos estabilizado en el aire, veo como mi ya de por si reducido habitáculo (volamos con un Boeing 767-300 de American Airlines) mengua más aún porque la petarda de delante se reclina hasta el máximo a pesar de notar como su butaca choca contra mis rodillas. Malamente vamos, así que tras la comida de rigor (no del todo mala para de avión), decido dejar momentáneamente a mis amigos para buscar una butaca libre en la zona posterior. Justo en ese momento se inician unas turbulencias no muy acusadas, por lo que el personal de a bordo me ordenan tajantemente que regrese a mi butaca, a lo que contesto que lo haré encantado si alguien me acompaña a pedirle a mi “vecina” que se reincorpore. Poco han tardado en encontrarme un asiento libre.... Hmm, creo que eso de haber dormido sólo tres horas la noche previa me está haciendo todo un cascarrabias.


Por lo demás, sin más incidencias ni detalles para mencionar, sólo que después de lo a gusto que volé a Japón con los A-340 de Finnair, no me termino de sentir cómodo en este 767, lo veo muy justo en cuanto a confort y no digamos entretenimiento a bordo... Tras un siestecilla de media horita, y unas risotadas con los amigachos, se calman los ánimos, con lo que las últimas horas de vuelo se hacen más agradables que las primeras. Tan sólo mencionar que en el avión se nos comenta que la solicitud electrónica que tuvimos que cumplimentar a través de la ESTA es poco menos que nada para entrar en el estado de Nueva York, por lo que vuelta a rellenar los dichosos papeles verdes....



02:00pm, GMT – 5 (08:00pm, GMT + 1)


Tras sobrevolar Long Island por fin tomamos tierra. La vista aérea, en la que hemos podido ver nieve incluso en los Hamptons, nos prepara para el frío que nos espera. Tras el tedioso control de pasaportes, aduanas y demás en el que perdemos más de una hora (llevándose al temido cuartito a uno de nuestro grupo un buen rato), por fin salimos a la calle... Ya estamos!!! Vivaaaaa!!!! A pesar de haber aún restos de la gran nevada que cayó hacer un par de días, y estar a tan sólo 3ºC, con una buena chaqueta el frío es más que soportable.


Para ir a Manhattan teníamos oficialmente previsto parar un par de taxis, a pesar de que en mi cabeza había otros planes, desconocidos para el resto del grupo. Al llegar a la acera, miro fugazmente en todas direcciones, y finalmente mi mirada se cruza con la de alguien que aprovecha la ocasión para preguntarme dónde vamos y así indicarme la cantidad: $110 por hacerlo en limusina, lo mismo que en dos taxis. Cuando le digo que OK, el resto no se lo podían ni creer, ni se imaginaban que tal cosa fuese posible, pero gracias a que se comentó en su día en el foro USA de losviajeros.com, iba yo con esa idea en mente, y la jugada me ha salido a las mil maravillas. Nuestro improvisado chófer nos lleva por La Guardia, Queens y Flushing Meadows. Unos minutos antes de cruzar el East River por el Queens – Midtown Tunnel, la excitación se apodera de nosotros cuando por fin vemos los conocidos rascacielos de Nueva York en el horizonte, reconociendo en el acto al Empire State, el Chrysler, la Torre Seagram...


En el mismo momento en el que alcanzamos Manhattan, no podemos evitar abrir las ventanillas del coche, a pesar del frío: repentinamente nos entra la imperiosa necesidad de dejarnos llevar por la esencia de la ciudad. Llegamos a la 6ª Avenida, y desde allí nos desviamos a la calle 44 Oeste, para alcanzar por fin nuestro hotel, el Algonquin. Tengo que decir que la elección del mismo ha sido todo un acierto, aunque sus habitaciones son pequeñas, están más que bien, y el establecimiento es toda una institución. Podría destacar a su eficiente y amable personal, presidido por la gata Matilda, pero dicho detalle queda empañado cuando sales a la calle y te das cuenta que estás a escasos dos minutos a pie de Times Square. Ahí llega el momento en el que nuestras cámaras de fotos se vuelven locas, sin saber hacia dónde apuntar; lástima que no sean capaces de captar los muchísimos e interesantes olores que hacen acto de presencia en la plaza. Allí nos hemos digido a la oficina de turismo a por mapillas y de paso comprar la tarjeta Metro Card, para usar sin límite el transporte público los 7 días que estamos (por $25). Queríamos llevarnos también el City Pass, pero ellos no lo venden.



Hemos bajado a pie hasta la 34 a ver si comprábamos en el Madison Square Garden los billetes para el partido de los Knicks del sábado, pero terminaban de cerrar las taquillas (para mañana se queda), así que aprovechando que estábamos cerca, nos hemos pasado por B&H para que una de mis amigas se comprara una cámara fotográfica. Realmente el local es espectacular, no sabría decir qué llama más la atención, si el hecho de que los dependientes sean judíos ortodoxos, o que la mercancía vaya moviéndose en cintas transportadoras por el techo hasta llegar a manos del cliente. Pero sumando impuestos, y con el tipo de cambio con el que nos hemos venido ($122 por euro), sus precios tampoco me parecen nada del otro mundo.



Una cerra grasienta a más no poder a base de hamburguesas y guarrerías varias, ha precedido a un paseo con el bus M6, que baja hasta la terminal del ferry de Staten Island, siempre por Broadway. Una pena que la suciedad de sus cristales y la escasa luminosidad de ciertos lugares, no haya permitido que luciese del todo la panorámica, pero por lo menos ha servido para posicionarnos de cara al resto de días. Al llegar al destino, nos hemos metido en el metro para regresar al hotel, y aunque no estaba tan hecho polvo como todo el mundo se piensa, sí que hemos pasado por algunas estaciones muy viejas que a nosotros nos han encantado.


Nada más llegar al hotel hemos caído como moscas: pocas horas de sueño + muchas de vuelo + emociones + jet lag = a dormir!


Hasta mañana ;)



Fotos del día:

http://picasaweb.google.es/thefunkyhousenet/NewYork1#

viernes, 6 de febrero de 2009

por algo se empieza / rumbo a la gran manzana

Quien conozca a un servidor, sabrá que soy muy dado a empezar miles de proyectos (bueno, igual son menos), y luego no terminar ninguno. Siempre hay una excusa para ello: no ir al gimnasio porque llueve (ya ves tú, ni que estuviese al aire libre), no estudiar idiomas porque ahora no me hace falta (pero luego cuando viajo bien que me acuerdo), no sacarme el carné de conducir porque ahora no tengo dinero (y menos que tendré después...), no terminar de atar los cabos sueltos de mi carrera porque "ya lo haré al próximo curso" (y cuando llega dicho curso, me lo dejo para el siguiente...) y por último, no me pongo a punto la web porque estoy sin internet en casa.

Atendiendo al último punto, vamos a intentar hacer las cosas del modo más fácil posible, o lo que es lo mismo, seguir publicando lo que me pase por la cabeza (de chorlito) sin que mi habitual práctica de la ley del mínimo esfuerzo ponga serias trabas, por lo que se intentará que haya una continuidad gracias a las facilidades que otorga el blogger, ya que, como diría una sabia amiga mía, ahora "no tengo más que escribir y ya está".


Aprovecho esta primera entrada (que esperemos no sea la última) para anunciar que ya es oficial: hoy mismo se han concretado mis vacaciones (y reservas), en las cuales podré disfrutar de Nueva York durante una semana a principios del próximo mes de Marzo, en compañía de mi fiel amiga Ladymerciless.

Nos vemos en la próxima funkyentrada.